Esteban Celemín Viticultor
De tierras fronterizas pucelano-zamoranas, aparece en nuestras vidas un señor, una familia que nos ha tocado, una vez más, nuestra fibra sensible o, mejor dicho, que directamente ha entrado en nuestros corazones. Hablas por teléfono y te recibe al otro lado, un señor con un pronunciado y bello acento castellano, para nosotros que venimos de las tierras de Ausiàs March. Hemos acudido a “San Google”, previamente, para saber con quien vamos a entablar conversación. Pero a los cinco segundos de iniciada ésta, ya sabemos que estamos ante alguien muy muy especial. Su erudición cercana, su pasión contagiosa y su cercanía, nos cautivan de inmediato.
Queremos probar todo lo produce una mente así, sin dudarlo. Nos comenta que son muchas referencias, doce, que mejor empezamos poco a poco. No. Queremos saber todo sobre él, la mecha está encendida. En cuento llegan los vinos, quedamos en llamarle conforme fuéramos catando. La pandemia impide que nuestro grupo de cata participe en esa ceremonia laica en la que los vinos utópicos nos unen con sus mil y una historias. Prometemos algún día dejar documento gráfico de esos maravillosos momentos. Cómo íbamos diciendo, durante varias semanas, hablamos muchas veces con Esteban. Doce vinos y unas conversaciones que derivaban en mil y un derroteros, dan para escribir algunos folios (nos gusta la terminología antigua).
Albillo Real, uva para recordar y Esteban se ha encargado de ello
Empezamos por los blancos, nos comenta un viaje monacal de esta uva, desde conventos madrileños a zamoranos siglos a, ya que era una uva muy apreciada y entendemos el porqué. Hablamos de producciones exiguas, ya que son antiguas pequeñas parcelas que él se encarga de darles una segunda vida. Y entre las muchas cosas que nos llamaron la atención, está el hecho de que cada vino, de nombres cautivadores en extremo, y sus infinitos matices hacen que sean sumamente diferentes. Cada micro parcela es un mundo.
Estábamos deseando hablar con él y contarle lo que habíamos sentido tras catar cada vino. Hemos de confesar que no nos hubiera importado seguir probando ad infinitum los Albillos Reales (y otras uvas) cuidadas por él, mimadas por él. ¿Cómo podríamos resumir sus Albillos, su Malvasía y su Verdeja? Vinos serios, profundos, elegantes, amigos de las viandas, amigos de tertulias positivas, entrañables, de erudición amable. El compartir con Esteban estas vivencias nos ha aportado muchísimo, a todos los niveles.



Dos tintos hechos para no olvidar
Melquiades y Últimas Huellas son sus nombres y, por cierto, los nombres de los blancos van en la misma línea que nos gustaría definir como impactantes, serios, llamativos, “Las Avutardas” y “Verdeja le Dicen”… ¿A que impactan?
Volviendo al punto en el que estamos, Esteban nos regala una Tempranillo y una Tinta de Toro, que cada una de ellas se convierte en embajadora de lo que debieron ser en el Paraíso estas uvas. Profundidad, seriedad, cercanía, amplitud, elegancia… Estamos ante dos grandes vinos que una vez probados, disfrutados buscan un hueco en nuestra memoria, al cual podamos recurrir tantas veces como queramos rememorar esos placenteros momentos.



La Familia Celemín de Castronuño. Todo tiene un porqué, familiarmente hablando…
Un proyecto que hunde su razón de ser en la familia. Nombres de vino (Señora Valle, por su abuela Valeriana o Melquiades por su abuelo). Su hermana María José, por ejemplo, todo un referente en cuanto a la salvaguarda de productos artesanales de la zona, hospedaje rural con alma, Beautiful Alamedas, donde el vino de la familia tiene su espacio. Castronuño, en una bellísima curva del Río Duero, tiene en la familia Celemín un buque insignia de sensibilidad y trabajo por su tierra. Y en este punto no podemos ni queremos olvidarnos del patriarca, Esteban padre. Imaginaros cómo puede sentirse de ver la labor tan ingente de ambos vástagos por la tierra de sus ancestros. Tiene motivos para sentirse orgulloso. No cabe duda. Nos despedimos confiando en haber transmitido, aunque sea una milésima parte, la pasión que sentimos por estos vinos, por esta gente, la familia Celemín…


